La economía en clave global: hitos de crecimiento, pero no de sostenibilidad

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Por estos días resulta más cotidiano leer artículos que hacen referencia a la necesidad de pensar con enfoque global al momento de tomar decisiones a nivel gobiernos, empresas, organizaciones de la sociedad civil o en cualquier institución. Paradójicamente, crecimos escuchando términos como “aldea global” o “mundo interconectado” al hablar de la famosa globalización y, en cierta forma, todo ello vinculado con el efecto mariposa como materialización del caos: “El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo”. Pequeñas acciones capaces de generar grandes cambios, positivos o no.

Sumada a alguna que otra “ficción” sobre pandemias o ataques externos también globalizados que azotarían al mundo, aunque las escenas solo se representaran siempre en los mismos territorios. Pero tal vez estemos ante la fase de praxis de todas esas teorías en un desorden mundial en el que cualquier evento o acción en una localidad debe ser pensado con enfoque global. Ni los conflictos bélicos ni la pobreza ni el cambio climático se reservan a una población, zona, región, país o grupo, ya que todo está imbricado.

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Un ejemplo muy práctico: en Argentina podemos dar cátedra sobre inflación, pero no podemos desconocer que nuestra inflación también está acualmente impactada por una inflación cuasi “pandémica” a nivel mundial, como consecuencia de los sucesos socioeconómicos acaecidos por el Covid, por las diferentes decisiones de cada país tomadas para recuperar las economías nacionales y por una guerra limitada a un territorio específico que repercute en todos los rincones del planeta.

Se prevé que la inflación mundial disminuirá a un 6,6% en 2023 y a un 4,3% en 2024. En Estados Unidos, la inflación volvió a desacerarse al 6,5% en enero, pero en 2022 acumuló la segunda cifra más alta en cuatro décadas. Por su parte, la inflación en Europa cerró el 2022 en un 9,2%.

Lo cierto es que en esa escala global, el 2022 registró algunos hitos: la población mundial alcanzó los 8.000 millones y la economía global superó los USD100 billones. Este último punto, con un incremento de la concentración de la riqueza: Estados Unidos, China, Japón, Alemania y la India, en conjunto, representan más de la mitad del Producto Bruto Interno (PBI) mundial. India reemplazó este año al Reino Unido como una de las cinco principales economías. Y si se suman otros cinco países (conformando los diez principales) representan el 66% de la economía mundial, mientras que los veinticinco países principales conforman el 84% del PBI mundial.

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Creció la población, crecieron otros eventos como la inflación, creció la economía. ¿Crecer es condición suficiente para hablar de sostenibilidad?

Según el Informe Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2022 realizado por Naciones Unidas, las diferentes crisis desplegadas fundamentalmente por el advenimiento del Covid, los efectos del cambio climático y los conflictos geopolíticos comprometieron severamente la agenda prevista para el 2030, impactando en la mayoría de los ODS referidos a aspectos como pobreza, alimentación, salud, educación, ambiente, paz y seguridad.

Pero el informe no solo habla de impactos negativos sino también de la generación de retrocesos (descrecimiento) a años de los progresos alcanzados en la erradicación de la pobreza y el hambre, así como también al acceso a una salud integral, a una educación de calidad y los servicios básicos.

Con respecto a la disminución de la pobreza, se contrarrestaron nada más y nada menos que cuatro años de avances y 93 millones de personas ingresaron en la pobreza extrema durante 2020, mientras que el cálculo de 2022 podría sumar entre 75 y 95 millones de personas. La pobreza en el mundo es un tema increíblemente complejo y las cifras precisas suelen ser difíciles de determinar. De acuerdo con el Banco Mundial, el 10% de la población mundial (o unos 700 millones de personas) se encontraban en la pobreza extrema antes de la pandemia, lo que significa que vivían con USD1,90 al día o menos. Se estimó que el número total de personas que vivían en la pobreza moderada (con USD3,20 al día o menos) era de 1.300 millones.

Los retrocesos en el crecimiento causados por la pandemia, la guerra y los elevados precios de los alimentos y de los combustibles exacerbaron el endeudamiento y ahora la deuda total de las economías en desarrollo registra el nivel más alto de los últimos cincuenta años. En la actualidad, cerca del 60% de los países más pobres enfrenta un sobreendeudamiento.

En cuanto a la salud, se interrumpieron los servicios esenciales provocando un descenso de la cobertura de inmunización “por primera vez en una década”, según aseveró el documento, además de un incremento de las muertes por tuberculosis y por paludismo.

El informe dedicó párrafo aparte para confirmar que vivimos el mayor número de conflictos violentos experimentados desde 1946, finalizando la Segunda Guerra Mundial. A esto se suma que una cuarta parte de la humanidad reside actualmente en países atravesados por conflictos. En mayo de 2022, casi 100 millones de personas habían sido desplazadas de manera forzosa de sus hogares. Y precisamente en esta semana ocurrió una tragedia frente a la costa de Italia, en donde sesenta personas perdieron la vida como consecuencia del naufragio de un barco de migrantes.

Ya entrando marzo, mes que invita a la reflexión en términos de equidad de género, también el ODS 5 experimentará retrocesos respecto de los avances que se habían alcanzado en muchas áreas sobre temáticas, como el tiempo dedicado a los cuidados no remunerados y al trabajo doméstico, la toma de decisiones en materia de salud sexual y reproductiva, el acceso a empleos formales, de toma de decisión y no estereotipados, los presupuestos con perspectiva de género y la inclusión financiera de las mujeres en el mundo.

Por último, el cambio climático también está presente tanto con la vuelta al carbón de los países europeos para suplantar el gas, un 2022 como el quinto año más cálido desde que se tiene registro, el incremento de las especies en extinción, la destrucción de los bosques y la pérdida de biodiversidad. Sin dejar de mencionar el incremento histórico de la población y el consumo voraz que nos hace agotar la capacidad del planeta a mitad de año.

Volviendo al inicio del artículo, cada uno de estos escenarios no son particulares nacionales ni locales sino globales, pero se gestionan como si no lo fueran. Son problemas de todos, y por lo tanto no son de nadie. La endogamia nacional no comulga con la cooperación internacional y las respuestas o las resoluciones tal vez no las pueda dar el capitalismo. Vale traer a colación la propuesta elevada por la economista Mariana Mazzucato en su libro Misión Economía para tratar cada ODS como si fuera la misión de viajar a la Luna y no una carrera individual de crecimientos y de retrocesos. Es decir, “la misión a la Luna como modelo de misiones terrestres”, que implica inexorablemente nuevas relaciones entre los gobiernos, las empresas y la sociedad civil, pasando de un modelo en el cual la economía trabaje en favor de los objetivos de la sociedad a otro en el que la sociedad trabaje en favor de la economía.

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