Los proyectos o emprendimientos verdes se posicionan como agentes de cambio frente a la crisis climática y la desigualdad social: así, las finanzas sostenibles se convierten en aliadas para lograr una transición exitosa.
El avance hacia una sociedad más justa y un entorno medioambiental más sano se ha convertido en una necesidad de la que participamos todos. Las agendas políticas mundiales cuentan con medidas para orientar todos sus esfuerzos hacia ese logro necesario. Pero también está en la mente de un enorme porcentaje de la ciudadanía global y, cada día más, en las líneas estratégicas de numerosas empresas del sector privado. El mundo de las finanzas no queda fuera de la ecuación.
¿Es realmente viable acabar con la pobreza, transformar la economía y detener el deterioro medioambiental? ¿Estamos capacitados para lograr el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)? La respuesta es que sí, y que sería posible con la movilización de tan solo el 1% de los activos financieros a nivel mundial, según informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD). Redirigir dicho flujo financiero de manera coherente pasa por el necesario fomento de lo que llamamos finanzas sostenibles.
El objetivo principal de las finanzas sostenibles es incorporar a las decisiones de inversión y financiación criterios de sostenibilidad. De esta manera, se lograría alinear el sistema financiero global con los ODS, mediante la valoración de factores sociales, medioambientales y de buen gobierno a la hora de realizar inversiones.
Si bien el componente ecológico de las finanzas sostenibles es irrenunciable, estas también incluyen aspectos sociales que desarrollen modelos económicos orientados a fomentar el respeto a los derechos humanos y la defensa de la justicia social, así como el buen gobierno de las empresas.
A los criterios de rentabilidad, riesgo y liquidez, numerosas entidades financieras, empresas e inversores están incorporando otros nuevos, habitualmente denominados ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) y que constituyen la columna vertebral de las finanzas sostenibles.
Los criterios ambientales valoran todas aquellas actividades que tienen un impacto positivo en el medio ambiente, desde la no contaminación del aire y el agua hasta la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, pasando por el uso de energías renovables y la eficiencia energética.
Los criterios sociales buscan reducir la desigualdad social, no solo fomentando la inclusión de los colectivos más desfavorecidos, sino también dando importancia al respeto a los derechos humanos y mejorando la salud, la educación y los derechos de los trabajadores. Para ello es imprescindible tener en cuenta la repercusión, en términos de diversidad, derechos humanos, salud y todo lo relacionado con el bienestar social, de las actividades de las empresas en aquellas comunidades en que opera.
Por último, los criterios de buen gobierno consideran imprescindibles la transparencia en la composición de los órganos de gobierno de las empresas y su independencia, la no discriminación de los trabajadores y la eliminación de la brecha salarial entre hombres y mujeres, entre otros criterios.
Si bien el concepto de finanzas sostenibles puede parecer nuevo, la realidad es que surgió en 1992 durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, que situó en la agenda internacional la necesidad de alcanzar un desarrollo sostenible. Posteriormente, el concepto quedaría apuntalado con la fundación, en 2005, de la corporación Principles for Responsible Investment. Se trata de una red internacional de entidades financieras, respaldadas por Naciones Unidas, que se comprometen con la inversión responsable.
Las finanzas sostenibles permiten la incorporación de productos financieros que logran el equilibrio entre sostenibilidad y rentabilidad, como los fondos de inversión solidarios que ceden parte de sus comisiones de gestión a organizaciones no gubernamentales o proyectos que tienen un impacto social y/o medioambiental positivo. Por ejemplo, inversiones en empresas de la economía social que crean empleo para personas en riesgo de exclusión social, en proyectos de desarrollo de tecnologías circulares o en empresas que cumplen los estándares del comercio justo. También están aquellos productos financieros que aplican criterios ASG, y los bonos verdes o sociales. Estos son un instrumento financiero utilizado para obtener liquidez a largo plazo a cambio de devolver a los inversores la cantidad invertida junto a unos intereses previamente fijados. En el caso de los bonos verdes o sociales, los fondos de los inversores se destinan de manera exclusiva a financiar o refinanciar proyectos de sostenibilidad medioambiental o de mejora social, y siempre con unas políticas claras de transparencia, publicidad y reporte de informes.
¿En qué punto se encuentra actualmente la redirección de flujos financieros propugnada por las finanzas sostenibles? Según el último informe del Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO), el mercado global de financiación sostenible logró en 2023 un ligero incremento del 3% sobre el año anterior. Este crecimiento sostenido logró alcanzar más de 800.000 millones de euros, siendo los bonos verdes los que acumularon un 57% de dicha cantidad.
El mismo informe destaca que, en nuestro país, la financiación sostenible aumentó en un 1%, superando los 60.000 millones de euros, de los cuales casi el 35% se deben a la emisión de bonos verdes y sociales. Por otra parte, los préstamos ligados a proyectos medioambientalmente sostenibles superaron los 33.000 millones de euros. En términos prácticos medioambientales, esto evitó la emisión de 3,3 millones de toneladas métricas de CO2.
Además, toda esta actividad financiera orientada a la sostenibilidad ha ayudado también a que en nuestro país se superase, en 2022, la cifra de 1.600 millones de empleos verdes especializados, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
En esta decidida apuesta por las finanzas sostenibles, CaixaBank ha diseñado un Plan de Banca Sostenible que, englobado en su Plan Estratégico 2022-2024 y dirigido a cumplir los ODS, marcaba las pautas para avanzar hacia una economía sostenible y la descarbonización de la actividad empresarial. Un plan que ha convertido a la entidad en referente europeo y líder en emisiones de bonos con criterios ASG, ejemplar para entidades financieras que quieran comprometerse con la transición hacia una sociedad más justa y un entorno medioambiental más sano.
A finales de junio, CaixaBank superó los objetivos en movilización de finanzas verde y social que estableció en su Plan de Banca Sostenible 22-24, seis meses antes del plazo fijado. Durante este período de tiempo ha movilizado más de 67.000 millones de euros en acciones de financiación operaciones de finanzas sostenibles. Gracias a ello, se ha prestado apoyo a numerosas iniciativas relacionadas con el autoconsumo y las energías renovables, la economía circular, la conservación de la biodiversidad y los recursos hídricos. También se ha fomentado la concesión de microcréditos a familias y empresas para emprendimiento, innovación, economía social, inclusión y educación. Igualmente, han cubierto la emisión de 8 bonos verdes y 5 bonos sociales.
El modelo de CaixaBank es solo un ejemplo del crecimiento imparable, en nuestro país y a nivel global, de las finanzas sostenibles. Estas podrían convertirse en el nuevo estándar que nos permita avanzar hacia un modelo económico medioambiental y socialmente más justo, tal y como defienden los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
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