Conocimiento ancestral y tecnología nipona crean quinua resistente al cambio climático

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Desde hace tres años, el conocimiento ancestral boliviano y la tecnología nipona se han aliado y crean nuevas y resilientes variedades de quinua, en respuesta al cambio climático y con miras a la producción hacia el 2030, informó la coordinadora técnica del proyecto Geovanna Almanza.

“Se trata de tener líneas mejoradas de quinua, es decir, líneas que puedan resistir mejor el cambio climático, que puedan tener una maduración temprana, lo cual -por ejemplo- es favorable porque se evita las heladas. Se busca que sean resistentes a plagas, a hongos o que tengan en general una mejor producción”, explicó.

El proyecto se denomina “Fortalecimiento de la Resiliencia de Agroecosistemas Áridos Vulnerables al Cambio Climático” y se desarrolla en tres comunidades del municipio de Umala, en La Paz, y dos comunidades de Uyuni, en Potosí.

El proyecto es parte de SATREPS (Science and Technology Research Partnership for Sustainable Development), un programa gubernamental del Japón que promociona la cooperación internacional de investigación en problemas globales, como el medio ambiente, energía, recursos biológicos y otros.

Desde la perspectiva de los científicos japoneses, la quinua produce magníficas espigas de frutos altamente nutritivos, incluso en solo seis meses, y crece en ambientes hostiles, como suelos salinos, sequías y heladas, lo cual la hace interesante a estudios.

El proyecto hace un estudio del medio ambiente en general del «grano de oro» porque el agroecosistema puede ser alterado por distintos recursos vegetales, por ejemplo. 

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“Entones, tratamos de mejorar todo el ecosistema y al final transmitir la información a los agricultores”, explicó.

Se desarrolló una tecnología de producción sostenible de la quinua, manteniendo y utilizando recursos genéticos autóctonos. También se desarrolló materiales de mejoramiento para fortalecer la resiliencia, mejorando la gestión de la tierra.

“La primera línea es el estudio genético de la quinua recolectada en Bolivia y trabajada en Bolivia, se manda la información a Japón, pero no se lleva la quinua a Japón”, precisó la coordinadora del proyecto.

Otro de los objetivos es el aprovechamiento de los residuos de la quinua. “La llama come las plantas y su estiércol sirve como fertilizantes para los cultivos de quinua”, explicó Almanza.

Japón, a través de este proyecto, espera contribuir al logro de la soberanía alimentaria boliviana y mejorar del ingreso económico de la población de la región. Se considera que con el cambio climático será difícil proveer alimentos a una mayor población.

En el proyecto participan la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), a través del Instituto de Investigaciones Químicas (IIQ), y el Instituto de Biología Molecular y Biotecnología (IBMB)-) y la fundación PROINPA.

Además, de las universidades japonesas de Tsukuba, Kyoto y Obihiro y cuatro instituciones: Japan Internationa Research Center for Agricultural Sciences (JIRCAS).

“Las tecnologías que se están desarrollando aquí son primero para nosotros, para el altiplano y a la larga puede servir para todo el mundo”, aseguró la coordinadora del proyecto.

El “Fortalecimiento de la Resiliencia de Agroecosistemas Áridos Vulnerables al Cambio Climático” espera conseguir sus resultados en 2026.

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