¿Grandes tecnológicas en las finanzas? Hay un regulador para eso

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Con miles de millones de usuarios y una regulación laxa, los riesgos para los consumidores y el sistema derivados de estas compañías son cada vez mayores

Las empresas tecnológicas han asaltado las alturas de las finanzas de consumo, pero no se enfrentan a la regulación que incordia a sus rivales del viejo mundo. Aunque ningún organismo de control financiero supervisa ahora mismo a Apple, a Amazon.com o al propietario de Facebook, Meta Platforms, esto podría cambiar. Todo depende de las opiniones de un grupo de perros guardianes conocido como el Consejo Supervisor de la Estabilidad Financiera (FSOC por sus siglas en inglés).

Cuando una empresa como Apple decide ofrecer servicios financieros, el impacto en potencia es enorme. Por ejemplo, el nuevo servicio del fabricante del iPhone “compre ahora y pague después”. Empieza con un servicio pequeño, con préstamos de seis semanas de duración y un límite de préstamo de 1.000 dólares. Pero, a diferencia de la tarjeta de crédito de la marca Apple, gestionada por Goldman Sachs, las decisiones de préstamo y la financiación de los préstamos “compre ahora y pague después” las toma Apple. La empresa de Tim Cook hace algo parecido a lo que hacen Citigroup o Bank of America, pero sin tener que vérselas con la onerosa regulación.

Es una cuestión de riesgo potencial más que real. Imaginemos que la mitad de los usuarios de iPhone de Estados Unidos, es decir, unos 59 millones según los cálculos de Counterpoint Research, acaban utilizando el servicio de pago a plazos. Eso le daría a Apple tantos clientes consumidores como los que tenía en 2013 la rama de financiación de General Electric, GE Capital. GE Capital necesitó un rescate para respaldar casi 140.000 millones de dólares de su deuda después de desmoronarse durante la crisis financiera de 2008.

Las divisiones de la nube de los gigantes de Silicon Valley también desempeñan un papel sistémico. Los bancos de mayor tamaño, como JPMorgan, confían en Amazon y otros para diversas tareas, entre ellas el alojamiento de datos, el procesamiento de transacciones y la ejecución de aplicaciones. En torno al 45% de los bancos recurren a Amazon, mientras que una proporción similar depende de Microsoft, y muchos utilizan ambos, según 451 Research de S&P Global. Una interrupción o un fallo a causa de un hackeo o una catástrofe natural podría poner en peligro las operaciones y provocar el pánico.

En el caso de GE, fue el FSOC quien intervino cuando quedó claro que el marco regulador tenía lagunas. El panel de 15 miembros se creó tras la crisis financiera de 2008, y ahora incluye a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, al presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, al jefe de la Comisión de Valores y Bolsa (SEC por sus siglas en inglés), Gary Gensler, y al jefe de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor (CFPB por sus siglas en inglés), Rohit Chopra. El Consejo designó a GE Capital como riesgo sistémico en 2013, y la puso bajo la supervisión de la Fed, donde se mantuvo hasta 2016.

Las empresas tecnológicas encajarían muy bien en el FSOC. El grupo no desempeña funciones de vigilancia día a día, pero puede subcontratar esas tareas a un miembro apropiado del panel. La Reserva Federal también asumió la supervisión de la aseguradora AIG tras la crisis financiera de 2008. Otros miembros del FSOC tienen su propia área de conocimiento: la SEC se ocupa de los mercados de capitales, por ejemplo.

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Y, como en el caso de GE, no sería necesario lanzar una red reguladora alrededor de toda la empresa. A Apple, por ejemplo, se le podría pedir que escindiera su filial Apple Financing y la convirtiera en una sociedad de cartera separada, que estaría sujeta a normas de suscripción, calidad crediticia y pruebas de resistencia. Las empresas de la nube, como Amazon Web Service o Microsoft Azure, podrían ser consideradas servicios financieros de importancia sistémica, una etiqueta que ya se aplica a otras formas de mercado como la Bolsa Mercantil de Chicago.

Nada de esto detendría la marcha financiera de las empresas tecnológicas, pero las frenaría. Las entidades reguladas tendrían que tener su propio consejero delegado y su propio consejo de administración, y elaborar normas sobre ciberseguridad y otras áreas. Las autoridades británicas propusieron recientemente una serie de opciones para asegurarse de que el sistema financiero pudiera resistir un fallo de la computación en la nube, incluyendo pruebas periódicas de ciber-resiliencia. Y los reguladores financieros suelen enviar examinadores a las oficinas de las empresas que supervisan, los cuales comprueban periódicamente las operaciones de gestión de riesgos. Esto sería una intrusión desconocida para Silicon Valley.

Incluso si el FSOC se demorase, es inevitable que haya más trámites burocráticos para las empresas tecnológicas. En octubre, la CFPB preguntó a Apple, a Google de Alphabet y a Facebook sobre sus sistemas de pago. El organismo puede emprender acciones de ejecución por violaciones de la privacidad de los usuarios, entre otros problemas, y el líder Chopra no es ajeno a utilizar asertivamente su posición en otros organismos reguladores, como demostró cuando ayudó a acelerar la marcha de la entonces directora de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos, Jelena McWilliams, nombrada por Donald Trump.

Aun así, sería preferible un enfoque más coordinado. Con miles de millones de usuarios y una regulación laxa, los riesgos para los consumidores y el sistema en general derivados de las grandes empresas tecnológicas son cada vez mayores. Los organismos de control, por su parte, suelen reaccionar a las amenazas del pasado. Incluir a Silicon Valley en la agenda del FSOC ayudaría a la policía financiera a llevar la delantera.

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