Tecnología e innovación, Europa en el nuevo panorama geopolítico

Hace apenas unas semanas, la Unión Europea aprobó un nuevo plan: Rearm Europe, orientando al aumento de la inversión en defensa y a que los países miembros puedan usar, si lo consideran pertinente, los fondos de la política de cohesión para mejorar la defensa de cada país. De hecho, es la mayor inversión en material bélico desde la Segunda Guerra Mundial: 800.000 millones de euros.

Otra de las medidas que incluye el citado plan es la creación de un fondo, como es el caso de Polonia, para invertir en investigación y producción de defensa. Europa quiere defenderse sola y no depender de otros países como Estados Unidos.

Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo de Europa. La geopolítica internacional está inmersa en una carrera armamentística no declarada, impulsada por el aumento de las partidas destinadas a armas, de las tensiones y el nuevo enfoque de Estados Unidos.

Esta frase, popularizada por Herbert Hoover durante su mandato como presidente de Estados Unidos, ilustra la disyuntiva en la que se encuentra la Unión Europea. Hoover preguntaba si se invertía en armas o en el estado de bienestar. La disyuntiva en la Europa de nuestros días cambia. ¿Inversión en defensa o en una Europa competitiva y eficiente? La respuesta es clara: ciencia y tecnología.

Esto no significa que los países de la Unión Europea no deban invertir en defensa, sino que deben incluir la Ciencia y la Tecnología como elementos claves. Así lo confirma el último informe publicado por la Unión Europea: ‘Join White paper for European Defence Readiness 2030’. En este reporte, los expertos señalan que la tecnología es un elemento crítico tanto para la defensa de un país como para el crecimiento económico. Estamos hablando de drones, de inteligencia artificial, de cuántica, robótica y biotecnología. Estamos hablando de innovación.

Y la innovación va de la mano del desarrollo tecnológico y, en Europa hay un gran marco de mejora ante la estructura industrial que no ha experimentado cambios en las últimas décadas. Esto demuestra que la Unión Europea no está apostando lo suficiente por la innovación o por un gran cambio tecnológico.

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Somos débiles en tecnologías emergentes que puedan ayudar a impulsar el crecimiento futuro. De hecho, solo cuatro de las 50 mayores empresas tecnológicas del mundo son europeas.

Si analizamos la innovación, está íntimamente vinculada a las patentes, ya que fomentan la divulgación del conocimiento, promueven la competencia y estimulan el crecimiento económico. Al echar un vistazo al informe ‘Datos y Cifras’ de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) sobre Propiedad Intelectual (2023), observamos que en China se hacen el 46% de solicitudes de patentes del mundo; EEUU, el 17%; Japón, el 8%; Corea, el 7%; y Europa el 5,6%.

Otro de los grandes males endémicos de la UE es la hiperregulación, que frena el desarrollo y la innovación. Aunque estamos viendo las primeras medidas que pretenden simplificar las excesivas normas de la UE, como el paquete Ómnibus, las medidas llegan tarde. Desde hace años, líderes políticos, expertos en economía y empresas de sectores tan variados como la agricultura, la industria automotriz y las grandes tecnológicas han expresado su malestar, tachando a la Unión Europea de máquina regulatoria, que frena la innovación, la competitividad, la inversión y el crecimiento económico.

Por ejemplo, la Unión Europea es pionera en la regulación de la IA y la privacidad de los usuarios, pero hemos perdido el tren del liderazgo en inteligencia artificial. De nuevo, las cifras no engañan. La UE ha destinado 52 millones de euros al desarrollo de su propia IA para competir con EEUU y China. Sin embargo, solo Open AI gasta aproximadamente esa misma cantidad de dinero cada dos días.

Esto plantea serias dudas sobre la capacidad de la UE para competir realmente en la carrera mundial de la IA, dada su inversión significativamente menor. Si bien la iniciativa de la UE demuestra que avanzamos en la dirección adecuada, la brecha de financiación pone de manifiesto que no podremos combatir el dominio del desarrollo de la IA estadounidense y china.

Para comenzar realmente a ser una potencia económica y tecnológica, capaz de ser rival de competidores estratégicos de la Unión Europea, como Estados Unidos o China, se necesita poder transformador el capital público para impulsar la innovación de forma urgente.

Tenemos las bases para ser una gran potencia mundial, como ponía de manifiesto Draghi en su informe, pero necesitamos recuperar la productividad, la eficacia y la competitividad.

También será clave el capital privado para impulsar la competitividad europea, pero para que su poder transformador sea eficaz, necesitamos innovación, investigación útil y propuestas realmente de valor. Por ejemplo, si volvemos al ejemplo de la tecnología y con las cifras del Índice de Inversiones en Tecnología de la Oficina Europea de Patentes, señala que la inversión en tecnología está impulsada por el capital público e inversores privados especializados, mientras que en Estados Unidos la financiación privada es la que acapara la mayoría de las operaciones. Más capital, más rápido y efectivo, que hace que seamos más competitivos.

La Unión Europea tiene las bases necesarias para convertirse en una potencia tecnológica y económica capaz de competir con Estados Unidos y China. Sin embargo, estamos a años luz. Para lograrlo, debe superar los obstáculos de la hiperregulación y aumentar significativamente su inversión en innovación. Solo con un compromiso conjunto entre el capital público y privado será posible construir una Europa fuerte, eficiente y competitiva. Solo así tendremos cañones, mantequilla y un futuro en el nuevo escenario geopolítico que se está construyendo.

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